En la actualidad, los sistemas de comunicación son dinámicaos e imprevisibles, la información llega de cada rincón y a todo momento.
Sobre nosotros cae diariamente una montaña demoledora de datos, noticias y opiniones, que interactúan las unas con las otras y generan un complejo intercambio cultural e informativo.
Los diarios, las revistas, las emisoras de televisión y radio, la red de Internet y los infinitos sistemas de transmisión electrónica abiertos y privados que operan el país y en el mundo aportan al mercado de la información, día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, un material francamente abrumador.
En ese escenario inabarcable, que nadie controla ni dirige, resulta virtualmente imposible determinar, muchas veces, cuál ha sido la fuente originaria de tal o cual noticia.
La posibilidad de que un medio de prensa manipule, altere o retenga información por una simple decisión voluntaria de sus dirigentes está, hoy, presente. Los medios periodísticos se realimentan unos a otros y es la maraña de primicias, análisis y versiones que pueblan el ambiente social y noticioso, la que determina el rumbo de la información. Aunque éste no siempre va de la mano con la realidad.
¿Es cierto que los medios informativos llenan plenamente el escenario de la vida social y cultural, al extremo de que lo virtual se confunde con lo real y los acontecimientos sólo resultan plenamente creíbles cuando las pantallas de los televisores los refrendan?
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